Después de considerar los problemas que hacen que la sanidad pública parezca una mierda, parecería obvio que recurrir a la sanidad privada es la solución a estos problemas, ¿verdad? Van a hacernos las pruebas más modernas y lo harán más rápidamente, ¿no?
Pues no.
Lo cierto es que la sanidad privada funciona casi igual que la pública: Se descartan primero las causas más probables, se mandan las pruebas mínimas (optimizando gastos) para diagnosticar, y se siguen protocolos no totalmente al día, para evitar riesgos. Con unos pequeños truquis:
Cuando la prueba (por ejemplo, cirugía exploratoria) o el tratamiento (de nuevo, cirugía) son muy caros, se intenta derivar a la sanidad pública.
Cuando el paciente es crónico, o muy mayor, se cancela la póliza o incrementan las cuotas tremendamente.
Los medicamentos los receta el privado, pero los paga en su gran mayoría la sanidad pública (lo que no paga la sanidad pública, lo pagamos nosotros mismos en la farmacia).
Luego tenemos el tema de las colas de espera. Los tiempos de espera son algo menores en la privada, y el tiempo medio que pasa cada paciente en la consulta es mayor que en la sanidad pública, así que da la sensación de que se recibe un tratamiento mejor. Sin embargo, el número de pacientes por médico es mayor que en la pública. ¿Qué brujería es esta? Sencillo: La gente con dinero (que suelen ser los que pueden permitirse un seguro privado) acude muchísimo menos al médico. Hasta 4 veces menos.
La relación casi lineal entre tiempo de consulta y satisfacción del paciente es acojonante (hasta llegar a los 15 minutos. Mirad la gráfica a continuación), aunque lo que el médico haga durante ese tiempo sea solo mirarte a los ojos y darte palmaditas en la espalda. Si se aumentaran los medios públicos hasta el punto de que las consultas duraran 15 minutos en vez de 5, la valoración de la sanidad subiría de un 50% de satisfacción a un 75%.
Añadamos a este gazpacho la explotación laboral y el chorreo de dinero público que recibe la sanidad privada en España, la mayoría de las veces, de manera estúpida. Un ejemplo clarísimo es lo que se gasta la sanidad pública en España en pruebas diagnósticas realizadas en centros privados. Si una empresa privada puede amortizar la inversión que supone montar un laboratorio de análisis clínicos o comprar una máquina de resonancia magnética e incluso sacar beneficio (y mucho) de ello, quiere decir que si ese dinero lo empleara directamente la sanidad pública, todos nos ahorraríamos bastante. Pero claro, eso implicaría planificar a largo plazo (más allá de las próximas elecciones) y no favorecer a los amiguetes del gobierno de turno. Como decía Gomaespuma, “No, si dinero no habrá, pero pa tontás…”
En definitiva, la sanidad privada en España parece que “funciona” por una mezcla de explotación, recibir dinero público de manera dudosamente ética, beneficiarse de que los ricos enfermen menos, y tener el colchón de la sanidad pública para todo lo que no les interesa.
Juegan al póker con las cartas marcadas. Y lo llaman “gestionar mejor”. Los cabrones.
Éste es el tercer post en la serie En defensa de la sanidad pública. Posts anteriores: