La exagerada importancia de la historia
Los recientes acontecimientos bélicos entre Ucrania y Rusia, han provocado la aparición de bastantes comentarios y análisis sobre la historia de ambos países, dando la impresión de que es un tema de extremada importancia para poder entender el conflicto y posiblemente para saber qué bando tiene más razón. Pasa siempre que surge un conflicto. Así, leeremos a aguerridos articulistas hablar de los tiempos de la URSS, o de la pretendida grandeza de la antigua Kiev.
Sin embargo, la importancia de la historia está muy exagerada. Sí, es en parte cierto que la historia ayuda a entender cómo se puede haber llegado a una situación concreta, PERO:
La historia la escriben los vencedores, y por tanto, es siempre un relato. No se puede tomar como verdad objetiva. Además, es el relato que más convenía a la clase poderosa de cada momento. La mayoría de los mitos fundacionales de cada nación a la que se agarran los nacionalismos contienen muchísima exageración o muchísima falsedad. Los héroes históricos puros no existen.
Los macro-acontecimientos contemporáneos suceden por una combinación de circunstancias que la mayoría de las veces se nos escapan, ya que se deben a intereses económicos que no conoce el gran público o que son demasiado complejos e impredecibles como para que la historia importe.
Entender cómo hemos llegado a donde estamos RARA VEZ ayuda a encontrar soluciones para los problemas. Esto es muy propio del pensamiento mágico, como el psicoanálisis, que básicamente dice que entender el origen de tus problemas psicológicos1 equivale a superarlos. Y no es verdad. La ética, la filosofía y la ciencia resuelven muchos más problemas que la historia. La famosa frase “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla” queda muy culta, pero es una frase vacía, y no demostrable2.
La historia (o su tergiversación, dado que es siempre un relato conveniente) se usa como arma para mantener o aumentar el odio entre grupos de personas y para justificar barbaridades3. Es el argumento rancio para defender millones de cosas malas, desde los nacionalismos (español, catalán, quebecois, etc), al racismo (e.g. la gente que dice que ser español es algo más que tener un DNI). Es el sofrito en el que se cocinan muchos populismos, y la herramienta para enardecer identidades4.
Personalmente, me gusta la historia. Como entretenimiento. Resulta curioso descubrir cómo los vikingos navegaron hasta Sevilla por el Guadalquivir5, que la Universidad de Oxford es más antigua que la civilización azteca, o la grandiosa cagada que hizo el régimen comunista chino con el “Gran salto adelante”6.
Desafortunadamente, ninguno de estos conocimientos impedirá que Putin la lie parda por su propia ambición. Y de hecho, la “historia” es precisamente el arma empleada por Putin para justificar sus mierdas.
Spoiler: Para Freud, los culpables siempre son los padres. Y el sexo. Y el sexo de los padres. Y la envidia de pene... Si es que Freud estaba regular nada más…
Básicamente porque ninguna situación en la historia es exactamente igual a otra. Las guerras se han repetido desde que el hombre es hombre, conociendo su historia, y sin conocerla. Y lo importante no es lo que conoce la gente, sino si al que tiene el dinero le conviene que pase X para tener aún más dinero.
Recurrir a la historia para justificar acciones es como recurrir a la etimología para prohibir el matrimonio homosexual porque “matrimonio” venga de “madre”. Es un mal argumento.
Al final, la culpa es de la maldita necesidad de pertenencia a un grupo que tenemos los seres humanos.
Donde sin duda quedaron prendados de su “color especial”.
Cosa que habrían evitado de haber tenido más conocimientos científicos, no históricos.