El consumismo como activismo
Los límites de nuestras democracias representativas hacen que a menudo nos frustremos por nuestras reducidas posibilidades para mejorar el mundo. El neoliberalismo1 además ha conseguido convencernos de que la mejor manera para cambiar el mundo es el consumismo: Solo a través de lo que compremos, mejoraremos o empeoraremos el mundo.
De esta manera, convertimos lo que consumimos en parte de nuestra identidad. Nos sentimos satisfechos con nuestro lugar en el mundo gracias a que comemos fruta ecológica de temporada o carne de proximidad. Nos creemos que estamos salvando niños en el sudeste asiático porque no vamos vestidos con la misma mierda de Inditex que lleva todo el mundo. Nos vemos como antisistema cuando NO compramos algo en Amazon. Esto nos da la sensación de estar mejorando el mundo.
En el libro "Rebelarse vende"2, dos sociólogos canadienses explican cómo las posturas reivindicativas al consumir, lejos de ser una actitud anti-sistema, reafirman y alimentan el sistema ya que este consumismo "alternativo" es rápidamente incorporado al capitalismo. Por ejemplo, hace ya bastante tiempo que hay multinacionales que hacen de la alimentación de proximidad su leit motiv, para que los "concienciados" acallemos la vocecita interior3 que reclama cambiar el mundo. Y de paso, hacemos muy ricos a la junta directiva de esa multinacional.
No pienso que el consumismo consciente y responsable sea algo malo. Creo que por norma general es bueno y necesario. El problema es cómo lo vivamos. Todos los que nos preocupamos por la situación del mundo tenemos una cierta "energía activista". Desafortunadamente, es limitada. Si le damos demasiada importancia al consumismo activista, si lo promocionamos ante nuestros amigos, intentamos convencer a nuestros padres de no ir al Starbucks, y hacemos gala de ello públicamente, nos sentiremos bien con nosotros mismos. Acallaremos la vocecita interior. Agotaremos esa "energía activista".
Y no haremos mucho más.
Estas actitudes anti-conformistas no son tan importantes para mejorar el mundo como esfuerzos concretos en eliminar injusticias concretas. La verdadera mejora viene de conseguir cambios institucionales. Como dicen Heath y Potter en Rebelarse vende, las soluciones institucionales son mucho más efectivas que los cambios que podamos hacer en nuestros hábitos4. Si en nuestra cabeza naturalizamos el consumismo responsable sin darle importancia, sin que se vuelva parte de la identidad que mostramos al mundo, y sin pregonarlo a los cuatro vientos, y en su lugar empezamos a informarnos y a defender públicamente las ideas políticas que creamos que cambiarán el mundo, o empezamos a colaborar (económicamente o con nuestro esfuerzo directo) con asociaciones que promueven cambios legislativos o institucionales concretos, haremos mucho más.
Por dar algún ejemplo de causas que podemos apoyar o con las que podemos colaborar si tenemos conocimientos técnicos, Jaime Gómez-Obregón es un “hacktivista" que está usando la ciencia de datos para descubrir chanchullos en España. Apoya la transparencia política y lucha contra la corrupción institucional con acciones concretas. Recientemente ha iniciado una campaña para que los datos del BORME (Boletín Oficial del Registro Mercantil) estén públicamente disponibles en un formato que permita su tratamiento informático. Esto facilitará en un futuro descubrir estafas obvias al buscar patrones conocidos, o incluso desvelar dádivas ilícitas o tratos de favor que puedan recibir los políticos o sus allegados. Algo similar, pero relativo a estructuras financieras dudosas hace la ONG Fairlife en el Reino Unido.
¿Vamos a dejar de ser ciudadanos para ser sólo consumistas? ¿Vamos a dejar que nuestra actividad política se limite a votar cada cuatro años?
* Edición el 17 de Julio: He cambiado “activismo consumista” por “consumismo activista”. Creo que la sutil diferencia refleja mejor la realidad.
A partir de ahora, probablemente dejaré de llamarlo libertarismo, para recuperar la connotación peyorativa.
Todo el mundo que me conozca sabe que recomiendo este libro a los 10 minutos de empezar a hablar de estos temas.
Cada vez más apagada.
Repito: sin menospreciar nuestros cambios de hábitos.